Entre ese elenco de inofensivos lunáticos esperaba agazapada una bestia, un loco que no se contentaba con engrosar la lista de antiguos consortes de la reina de la frivolidad. La fumadora se despertó una noche con las manos de su antiguo amante aferradas a su cuello, aplastando su tráquea y convirtiéndola en leyenda.
Borja R.Torre, La fumadora
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