Era un plácido domingo de mayo y la primavera aleteaba gentil sobre las suaves colinas donde las familias disfrutaban de ese sencillo placer que es comer en el campo. Los niños corrían, reían y jugaban mientras los ancianos paseaban al sol y los jóvenes entrelazaban las manos bajo la sombra de los sauces.
No muy lejos de allí, desde la ventana de la biblioteca de la Maison Brulé, el Barón de Le Brûleur observaba la bucólica escena con una sonrisa en sus labios.
-Algún día todas estas putas leyes contra el vasallaje serán abolidas -gruñó entre dientes- y entonces os vais a cagar, panda de bastardos.
Mussorgsky - Cuadros de una exposición
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